Podobne

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Los cuatro consentimientos
Nuestras necesidades instintivas gradualmente fueron traduciéndose en programas
emotivos de felicidad, debido a que durante nuestro crecimiento no experimentamos dentro
de nosotros la divina presencia que era la verdadera seguridad, la más profunda afirmación
de nuestra bondad básica, y la auténtica libertad. Como ni siquiera sabíamos que Dios mo-
raba en nosotros, tuvimos que tratar de buscar en otro lado esa seguridad, afirmación y feli-
cidad que sólo la divina presencia puede proveer. El camino espiritual es el entrenamiento
para consentir a la presencia de Dios y a todo lo que nos rodea. Básicamente podríamos de-
cir que esa es la definición de humildad, en todo el sentido de la palabra. La acción divina
nos invita a consentir a lo que no pudimos aceptar en nuestra niñez y adolescencia por las
circunstancias que nos rodearon.
Esto nos trae a un paradigma del camino espiritual que ayuda enormemente a enten-
der los aspectos positivos de la gracia santificante, la cual no sólo cura el daño emocional
de toda una vida, sino que también nos capacita para entrar en el camino del amor incondi-
cional, arrancando desde el comienzo de nuestra conversión. Es este camino hacia la unión
divina el que Jesús quiso enfatizar cuando dijo,  Amaos los unos a los otros como yo os he
amado .
El teólogo John S. Dunne comenta que las diferentes etapas del camino espiritual
corresponden a los varios períodos de la vida humana, desde el nacimiento hasta la muerte.
En cada período de nuestro desarrollo Dios nos pide el correspondiente consentimiento.
Miremos más de cerca esta reveladora presentación de Dunne.
En la niñez Dios nos pide que consintamos y aceptemos la bondad básica de nuestra
naturaleza en todos sus aspectos. Como niños experimentamos nuestras propias facultades,
desarrollamos la imaginación, la memoria y el lenguaje, y aprendemos a relacionarnos con
la familia y los compañeros. Durante esos años se nos pide que aceptemos la bondad básica
de nuestro ser como un regalo de Dios y que estemos agradecido por ello. La aceptación de
nuestra bondad básica no se refiere a lo que podemos hacer o hacer mejor que los demás,
sino a que somos perfectos, aunque no hagamos nada.
Desafortunadamente, si el ambiente de nuestra niñez estuvo lleno de miedo, recha-
zos o muestras ambivalentes de afecto e interés por parte de los padres, o si nos afligía al-
gún impedimento físico, puede suceder que nuestras emociones vacilen antes de dar pleno
consentimiento a la bondad de la vida. La necesidad biológica de salir adelante es lo que
generalmente nos ayuda a rebasar esta vacilación. Inventamos formas de reforzar nuestra
frágil autoestima para continuar viviendo, pero arrastraremos esta ambivalencia hacia la vi-
da cuando pasemos a la etapa siguiente.
Al comenzar la adolescencia, Dios nos pide que aceptemos el desarrollo de nuestro
ser cuando comienza la actividad de nuestros talentos y nuestras energías creativas. La pu-
bertad actualiza la parte física de una energía de proporciones mucho mayores, o sea, nues-
tra capacidad de relacionarnos con los demás, de dejar atrás el mundo aislado del niño, y de
comenzar a responsabilizarnos por nosotros mismos y por las demás con quienes estamos
conectados. Debido a las vicisitudes de la condición humana, puede suceder que la energía
sexual despierte antes de que nuestras emociones estén preparadas para manejarla. En ese
caso nuestra actitud hacia la energía sexual y su expresión pueden verse distorsionadas. Las
relaciones humanas pueden tornarse difíciles y hasta vacilaremos para dar nuestro tota con-
sentimiento y aceptar lo positivo de nuestra sexualidad y nuestro potencial creativo.
Cualquier emoción que se percibe como peligrosa puede reprimirse por el miedo
que nos produce y sepultarse en el subconsciente, en donde continúa expresándose subrep-
ticiamente por medio de enfermedades o de un comportamiento poco saludable. En el ca-
mino espiritual se nos invita a que desmantelemos el falso yo, y parte de ese proceso es
desmantelar nuestro aparato represivo. A medida que crece nuestra confianza en Dios,
nuestros mecanismos de defensa dejan de ser esenciales para seguir adelante. Lo que fue
reprimido surge de los rincones secretos donde estaba oculto en lo recóndito del subcons-
ciente. Dios permite que esto suceda porque está decidido a darnos otra oportunidad de in-
tegrar todo lo bueno en nuestro continuo desarrollo, incluyendo aquello que equivocada-
mente hayamos percibido como si no fuera bueno.
La distorsión del desarrollo emotivo se reconoce en muchas personas que han em-
prendido el camino espiritual porque sufren de represión o rechazo total de sus sensaciones
sexuales. A raíz de dicha represión estas personas tienen gran dificultad para poder demos-
trar a los demás un calor humano genuino. La energía sexual sostiene la fuerza que nos im-
pulsa y nos motiva a servir a los demás con afecto y calor humano. Las personas que han
reprimido las sensaciones sexuales o cualquier otro tipo de emoción, tienen una marcada
tenencia a reprimir sus sentimientos en general. Esto quiere decir que se troncha su capaci-
dad de conectarse con los demás para brindarles apoyo y aliento. El temor de que la energía
sexual se desborde hace que se pongan a la defensiva; evitan acercarse demasiado a los
demás porque cualquier forma de expresar intimidad les produce una sensación aguda de
peligro. Puede suceder que más adelante en la vida esta energía sexual se desborde y rompa
todas las barreras, apareciendo con más fuerza que en la adolescencia. El dilema de una
persona que tiene que enfrentarse con sensaciones sexuales incontroladas en esa crítica
edad media, es obvio.
Al entrar en nuestra vida adulta, Dios nos invita a que demos un tercer consenti-
miento: aceptar el  No Ser , o sea, la disminución de nuestro ser que se experimenta a tra-
vés de enfermedades, vejez y por último, muerte. El fallecimiento de un pariente o un ami-
go, o un accidente, pueden hacernos reflexionar sobre nuestra propia muerte. Casi todas las
sociedades crean ambientes en que se pretende que la muerte no existe; y cuando se presen-
ta, tratan de disfrazarla con toda clase de caretas y cosméticos. [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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