Podobne

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también el cristal, sin romperlo al parecer. Vio por un instante los extraños planos
y curvas del artilugio del Pueblo Condenado y, al momento, su cuerpo los golpeó.
Notó como si el tejido de su ser se estuviera desintegrando...
... y se encontró tendido sobre la suave hierba del claro de un bosque y nada
quedaba del desierto, de Theleb K'aarna, de la máquina pulsante, de las horribles
bestias y de sus espantosos amos. Sólo un prado entre el follaje mecido por el viento
y un sol cálido. Escuchó unos trinos y oyó una voz.
 ¡La tormenta! ¡Ha pasado! ¿Y tú? ¿Eres quien llaman Elric de Melniboné?
El albino se incorporó y dio media vuelta. Frente a él se hallaba un hombre
de gran estatura, cubierto con un yelmo cónico de plata y enfundado hasta las
rodillas en una cota de malla, también de plata. Una capa escarlata, de mangas
largas, cubría parcialmente la malla. El hombre portaba al costado una espada
larga envainada, llevaba unos calzones de cuero fino y suave y calzaba unas botas de
piel de gamuza teñida de verde. Sin embargo, lo que más captó la atención de Elric
fueron las facciones del desconocido, mucho más parecidas a las de un melnibonés
que a las de un verdadero ser humano, y el hecho de que llevara en la mano
izquierda un guantelete de seis dedos con incrustaciones de piedras preciosas de
colores oscuros. Un gran parche, también tachonado de gemas a juego con el
guante, cubría su ojo derecho. El izquierdo, grande y rasgado, tenía un iris amarillo
y el globo ocular de color púrpura.
 Sí, soy Elric de Melniboné  respondió el albino . ¿Es a ti a quien debo
dar las gracias por rescatarme de las bestias conjuradas por Theleb K'aarna?
El hombre movió la cabeza en gesto de negativa.
 He sido yo quien te ha invocado, en efecto, pero no conozco a ningún
Theleb K'aarna. Se me ha dicho que tenía una única oportunidad de recibir tu ayuda
y que, para ello, tenía que acudir a este lugar concreto en este preciso momento.
Soy Corum Jhaelen Irsei, el Príncipe de la Capa Escarlata, y estoy embarcado en una
empresa de gran importancia.
Elric frunció el ceño. El nombre le sonaba casi familiar pero no lograba
ubicarlo. Recordó a medias un viejo sueño...
 ¿Qué lugar es éste?  preguntó, envainando la espada.
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 No pertenece a tu plano ni a tu tiempo, príncipe Elric. Te he conjurado
para que me ayudes en mi batalla contra los Señores del Caos. Ya he conseguido
destruir a dos de los Señores de las Espadas, Arioco y Xiombarg, pero el tercero,
el más poderoso, sigue...
 ¿A Arioco y a Xiombarg, los Señores del Caos? ¿Dices que has destruido a dos
de los miembros más poderosos de la Alianza del Caos? ¡Pero si no hace ni un mes
que hablé con Arioco! Él es mi protector y...
 Existen muchos planos de existencia  le interrumpió con suavidad el
príncipe Corum . En algunos de ellos, los Señores del Caos son muy poderosos. En
otros, son más débiles. Según he oído, incluso hay planos en los que no existen en
absoluto. Debes aceptar que Arioco y Xiombarg han sido barridos en mi mundo
hasta el punto de que ya no existen. Es el tercero de los Señores de las Espadas
quien nos amenaza ahora; el tercero y el más poderoso de ellos, el rey Mabelode.
Elric frunció el ceño.
 En mí... plano... Mabelode no es más poderoso que Arioco y Xiombarg. Lo
que me estás diciendo trastoca todo cuanto yo tengo entendido.
 Trataré de explicarte todo lo que esté en mi mano  respondió el príncipe
Corum . Por alguna razón, el Destino me ha escogido para ser el héroe que acabe
con el dominio del Caos en los Quince Planos de la Tierra. En estos momentos,
recorro los caminos buscando una ciudad que nosotros llamamos Tanelorn, donde
espero encontrar ayuda. Sin embargo, mi guía ha sido hecho prisionero en un
castillo cerca de aquí y debo rescatarle antes de continuar. Me ha sido revelado el
modo de invocar ayuda para llevar a cabo el rescate y he utilizado el encantamiento
para traerte a mí. También me han asegurado que, si me ayudas, te estarás ayudando
a ti mismo y que, si consigo mi objetivo, tú recibirás algo que hará más fácil tu tarea.
 ¿Quién te ha contado todo eso?
 Un hombre sabio.
Elric se sentó en un tronco caído, con la cabeza entre las manos.
 He sido arrastrado hasta aquí en un momento muy inoportuno  declaró . Te
ruego que me digas la verdad, príncipe Corum.  Alzó la mirada y añadió : Es un
prodigio que estés aquí, hablando conmigo, y que comprenda tus palabras. ¿Cómo
es posible tal cosa?
 Ese hombre sabio me informó también que podríamos comunicarnos
fácilmente porque «somos parte de una misma cosa». No me pidas que te explique
más, príncipe Elric, porque no sé más.
Elric se encogió de hombros.
 Bueno, todo esto podría ser una ilusión. Puede que haya perdido la vida o
que me haya devorado ese artefacto de Theleb K'aarna, pero es evidente que no
tengo otra opción que acceder a auxiliarte con la esperanza de recibir ayuda, a mi vez.
El príncipe Corum abandonó el claro del bosque y reapareció con dos
caballos, uno negro y otro blanco, y ofreció a Elric las bridas del primero.
Elric montó en una silla diferente a las que estaba acostumbrado.
 Has mencionado Tanelorn, y es por la salvación de la Ciudad Eterna que
me encuentro ahora hablando contigo en este mundo de ensueños.
 ¿Sabes dónde está Tanelorn?
El rostro del príncipe Corum reflejó una impaciente expectación.
 En mi mundo, sí, pero... ¿por qué habría de existir esa ciudad en tu
mundo?
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 Tanelorn existe en todos los planos, aunque cambia de apariencia en cada
uno. Existe una única y eterna Tanelorn, bajo muchas formas distintas.
Los dos jinetes avanzaban por una estrecha senda a través del bosque
apacible. Elric dio por cierto lo que le decía Corum. Su presencia en aquel lugar tenía
algo de irreal, como si estuviera sumido en un sueño, y llegó a la conclusión de que
debía considerar todo cuanto aconteciera allí como un producto de su imaginación.
 ¿Adonde vamos ahora?  preguntó con voz serena . ¿Al castillo?
Corum sacudió la cabeza en gesto de negativa.
 Primero debemos encontrar al Tercer Héroe... al Héroe de los Muchos
Nombres. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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