Podobne

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extremos de los troncos. Las llamas del tejado le permitieron ver a Wuwufa y a su mujer bailoteando
ante su choza, mientras que otros hombres gritaban dándoles consejos a los dos que habían subido al
tejado e intentaban apagar el fuego golpeando las llamas con anchos remos de piragua. Pero lo único
que estaban consiguiendo era arrojar ascuas sobre el resto del tejado. Varias mujeres estaban trayendo
ya marmitas de agua. Bigagi no era visible por ninguna parte.
De repente, Bigagi apareció de detrás de la casa que estaba más cerca de Ras. Lanzó un grito y arrojó
su lanza hacia Ras, pero éste soltó la cuerda para dejarse caer por debajo del nivel de las estacas antes
de volver a cogerse a la soga. Después sosteniéndose con una sola mano de la V que había entre dos
troncos pese al dolor que le causaban los espinos, aflojó el lazo y se dejó caer al suelo. Al pasar por
encima de su cuerpo, el extremo de la lanza había dado contra la parte superior del tronco. Ras cogió el
proyectil y fue corriendo por la empalizada hasta encontrarse cerca de la puerta norte. Había esperado
que los wantso saldrían por la puerta sur, o que quizá enviarían un grupo por esa puerta y otro por la
puerta oeste para pillarle entre los dos. Pero cuando se acercaba a la puerta norte vio que ésta
empezaba a abrirse. Cambió de rumbo para dirigirse hacia los árboles y la espesura, alejándose de la
aldea. Un instante después, movido por una decisión repentina, se dio la vuelta para esperar hasta que la
puerta estuvo abierta casi del todo, y arrojó la lanza.
El proyectil dio en el vientre de Gifavu, el primer hombre que salió por la puerta. Gifavu cayó hacia
atrás, derribando al hombre que le seguía. Ras vio que la puerta sur también estaba abriéndose y que
Bigagi y tres hombres más salían por ella. Cuando oyeron los gritos de quienes se encontraban en la
puerta norte giraron en redondo y corrieron hacia ella.
Ahora Ras sabía que Bigagi no pensaba ceder hasta no haber matado a Ras o hasta que Ras no le
hubiera matado a él. Ras podía ir eliminando a sus hombres uno a uno, retirándose después a la jungla
para volver más tarde a matar de nuevo. Podía seguir haciendo aquello tanto tiempo como le viniera en
gana, y los wantso no podrían responder quedándose dentro de la aldea. Tendrían que salir para obtener
comida y agua. Además, Ras podía acabar decidiéndose a quemar la aldea. Bigagi debía haberle
explicado todo aquello a su gente y les había dado el coraje suficiente para que se adentraran en la
noche y le persiguieran. Ni la muerte de Gifavu iba a detenerles.
Ras huyó hacia el río y lo cruzó a nado. Las flechas silbaron al entrar en el agua, tan cerca de él que se
vio obligado a sumergirse. Tanto su arco como sus flechas se habían mojado, por lo que decidió dejarlos
junto con la cuerda, pero conservó la flecha que había matado a Mariyam. Se la metió en el cinturón, lo
único que llevaba encima.
Emergió el tiempo justo para tragar una bocanada de aire y ver que tres hombres le perseguían a nado.
En la orilla había seis figuras, más oscuras que la noche, esperando a que saliera del agua. Pero no
lograron verle antes de que Ras volviera a sumergirse. Nadó en la oscuridad hacia el árbol del río,
haciendo breves pausas para escuchar el ruido causado por sus perseguidores. Cuando estuvo seguro
de que uno de ellos se encontraba directamente sobre él, subió a su encuentro. Clavar un cuchillo en el
agua con la fuerza suficiente resultaba difícil, pero Ras le cogió por una pierna para darse un punto de
apoyo y hundió la hoja con toda su energía. La punta del cuchillo entró en el vientre del nadador.
Después de sacarlo, Ras emergió a la superficie para encontrarse metido entre los otros dos nadadores.
El hombre al que había apuñalado estaba flotando boca abajo, los brazos extendidos.
Bigagi le gritó algo a los dos nadadores y éstos fueron hacia Ras, pero muy despacio. Ras se sumergió
cuanto pudo, sintió que unos dedos le tocaban el pie y siguió bajando. Empezaron a dolerle las orejas.
Un instante después su mano se hundió en la frialdad del barro. Por encima de él había débiles ruidos,
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como los que harían manos y pies agitándose a una gran distancia. ¿Estarían persiguiéndole también los
hombres de la orilla? Si la mayor parte de ellos se habían metido en el río, Bigagi se aseguraría de que en
la orilla quedara por lo menos un arquero, aunque estaba tan oscuro que resultaría bastante difícil
disparar con precisión. De momento a nadie se le había ocurrido la idea de traer antorchas. [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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